miércoles, 18 de enero de 2012

Cap. 1 - Soñaba con el paraíso.


1- Soñaba con el paraíso.





Hoy era el día. Mis ojos se abrieron con lentitud tratando de acoplarse a la luz de la mañana. Parpadee un par de veces para despejar el agua cristalina de ellos, siempre era así, cada mañana, me despertaba con lágrimas sin derramar y en ocasiones entre sollozos, hoy no fue la excepción.

Abrí completamente mis ojos cuando las lágrimas retrocedieron.

Los rayos del sol se filtraban entre las cortinas blancas iluminando la recamara, parecía tan tranquilo y sereno que invitaba a quedarse un rato más disfrutando de tanta plenitud.

El despertador comenzó a sonar haciéndome saltar de la cama. Siempre despertaba cinco minutos antes que se activara y lo apagaba. Según mi hermano no debería de haberlo comprado ya que era un desperdicio. Camine un poco a gatas hasta alcanzar la mesita de noche y apagarlo, el sonido era molesto porque siempre me producía un retroceso en el tiempo.

Había huido de Inglaterra con tan solo 18 años mintiéndoles a mis padres sobre mis motivos. Después de 1 año de no verlo Emmett fue a visitarnos ese triste verano y tan pronto le conté la verdad decidió sacarme del país sin hacer más preguntas que las necesarias.

Una maleta. 5 libros y todos mis sueños rosas acabados me acompañaban. Por el cristal del aeropuerto veía a mis padres diciendo adiós, mi madre llorando desconsolada ante la inminente partida de su hija y mi padre estoico y con ojos inundados de tristeza por la partida de su pequeña la consolaba. Los extrañe casi al instante de subir al avión, pero era lo mejor, lo tenía que hacer.

Hoy comenzaba mi primer día en el trabajo por el que tanto me esforcé y tanto estudie. Después de tanto tormento en Londres, mudarme a New York con mi hermano el Coronel Emmett Swan fue la mejor idea. Era recién graduada de Cornell University, ahí es donde conocí  a mi cuñada y mejor amiga Rosalie Hale, yo comenzaba la Licenciatura en Derecho mientras ella comenzaba a cursar 3er año de Periodismo.

Recuerdo como casi no congeniamos al conocernos. Ella no era el tipo de chicas que entablaban amistad con alguien tan sencilla como yo. Su larga cabellera rubia, sus grises ojos y cuerpo de Femme Fatale decían “Fuera de Alcance” para cualquiera que osara posar los ojos en ella. Pero cuando comenzamos a encontrarnos con más frecuencia en la cafetería, la biblioteca y el campus de la universidad ella se decidió por hablarme, explicándome que algo agradable había en mí y que no era plástica como las demás chicas, a partir de ese momento fue cuando conocí a la verdadera Rosalie, la chica fuerte que lucha por lo que quiere y defiende a quien quiere, aquella que no se deja amedrentar y que siempre está para apoyarte cuando sea necesario, un poco imprudente pero a fin de cuentas mi amiga.

Gracias a ella conocí a Tanya su mejor amiga que pronto se volvió mi amiga también; y ellas me enseñaron a defenderme y a enfrentar los obstáculos. Rosalie se convirtió en esa figura femenina a seguir que yo nunca tuve por tener una madre demasiado infantil. Congeniaba perfectamente con ellas a pesar de las diferencias de carácter y dinero. Mi estilo de la moda mejoro por ellas y aun hoy es un logro del que se sienten orgullosas.

Gire hacia la puerta del armario frente a mi cama con la casi seguridad de que encontraría algún atuendo que ellas hubieran dejado ilegalmente a escondidas de mí y ahí estaba.

Un lindo vestido negro hasta medio muslo, de cuello redondo con detalles dorados en el cuello. Discreto y elegante haciendo juego con los altísimos tacones que ellas me habían impuesto.

Decidí desayunar, ya me había duchado antes de dormir y mi cabello todavía estaba un poco húmedo.

Comencé a preparar mi desayuno y café, siempre café, no podía faltar. Me ayudaba mucho a tranquilizarme y despejar mi mente de los sueños, esos malditos sueños. Siempre aparecía en ellos y lo odiaba por eso, después de años lo seguía odiando. Deseaba poder olvidar ese pasaje en mi vida. Las horas de llanto y terror que pase encerrada en mi alcoba.

Mi familia no tenía idea de que más hacer conmigo, no sabían que tenía y solo hacia el ambiente más tenso. Aun hoy agradecía el día que Emmett se plantó en mi habitación pidiendo explicaciones.

Yo era fuerte. Ya lo había superado y no me derrumbaría de nuevo. Decidí dejar mis depresivos pensamientos y concentrarme en el presente.

¿Cómo será mi primer día de trabajo? ¿La gente corporativa será tan mala como la imagino? Tal vez no tenga que tratar mucho con el corporativo solo con lo legal. Mi trabajo se concentraría en el departamento legal de la empresa así que dudaba tener problemas.

Casi en automático me encontraba vistiéndome con paciencia, pérdida en mis pensamientos, así era siempre. Mis mañanas eran el peor momento del día, se pasaban mientras los pensamientos me consumían. Lo bueno de este trabajo era la distracción que me proporcionaría.

Revise mi reflejo en el espejo comprobando que todo estuviera en orden, tenía que causar una buena impresión. El vestido negro se amoldaba a mi cuerpo llegando a medio muslo, no era ni remilgado, ni atrevido, simplemente atractivo y me encantaba. Decidí recoger mi cabello en un moño estratégicamente desordenado dejando unos cuantos mechones cayado fuera de el para que así se apreciara el pequeño escote en V de la espalda. Me calce unos tacones negros con pequeños detalles dorados. Tome unos pequeños aretes negros y una pulsera dorada de mis accesorios para complementarlo y volví a mirarme al espejo. Listo, elegante, sencilla, pero guapa. Tome mi bolso, mis lentes de sol, mi abrigo y salí del departamento con calma.

Solamente di 3 pasos fuera del apartamento cuando mi móvil amenazo con despertar a vecinos que todavía durmieran. Abrí mi bolso tomando mi BlackBerry. Llamada entrante: Tanya.

– ¿Que abrigo llevas? – fueron s primeras palabras.

– Buenos días a ti también Tanya ¿cómo pasaste tu noche? yo muy bien – conteste irónica sabiendo que la molestaría más.

– Estoy siendo totalmente seria Bella, este es un asunto de fuerza mayor ¿qué abrigo llevas?

– ¿Porque quieres saberlo? – pregunte sospechosamente mientras avanzaba al ascensor.

– ¡Detente ahí! – brinque asustada por su grito. No me lo esperaba y eso es mucho decir. De estas mujeres hay que esperar cualquier cosa – llevas el maldito abrigo verde ¿verdad?

Permanecí en silencio repentinamente intrigada, avergonzada y asustada. Baje mi vista hacia el abrigo que colgaba de mi brazo. Verde obscuro. Por algún motivo que desconocía tanto Tanya como Rosalie odiaban mi abrigo. De verdad lo odiaban.

– No – mi voz salió lenta y dudosa en un susurro.

– ¡Lo sabía! – exclamo alzando la voz – esta me la cobrare Bella, acabo de perder 50 dólares con Rose por tu culpa, pero de eso me encargare después. Vuelve al departamento ahora y toma el abrigo rojo que dejamos en el sofá, por tu bien te sugiero que lo lleves. Mañana hay venta de liquidación en Macy's por...

– ¡Esta bien! – grite de repente asustada por la amenaza detrás de sus palabras aparentemente casuales. Gire sobre mis talones casi a velocidad de un corredor olímpico, sabía que cumpliría su amenaza y no podía permitirlo.

La última vez fue horrible. Tanya peleo con una señora que fácilmente le doblaba la edad, según Rose todo fuera por Chanel y terminamos siendo arrestadas durante 24 horas pero con nuevas botas las cuales ellas aseguraron valían la pena, desde ese día han pasado 4 meses y rezo por que no vuelva a pisar un centro comercial otra vez, creo que fuimos vetadas pero no podría asegurarlo.

Tan pronto como logre abrir la puerta tome el abrigo y salí de ahí dejando caer el verde en cualquier lugar. Cerré y me dirigí nuevamente al elevador esta vez a un paso más apresurado.


– Contenta – no pude evitar sonar un poco molesta.

– Ahora si – podía adivinar la sonrisa en su cara. Sonaba orgullosa de sí misma, como si hubiera logrado algo trascendental – Bella tienes que entender que esto lo hago por tu bien, no puedes vestirte con cualquier cosa. Ahora eres abogada de una muy importante empresa y estas en la gran manzana, la moda debería de estar…

– A la orden del día. Lo sé, lo sé – repetí un poco cansada. Esto era todos los días. Me coloque el abrigo el cual no había visto bien hasta ese momento y a decir verdad me encanto aunque eso sería algo que no admitiría. Salí del edificio y me detuve en la acera buscando un taxi.

– Esta bien – detuve uno y subí en el rápidamente - eres todo una leona y tú puedes con ellos, no dejes que nadie te intimide. Recuerda las tres “P”.

– Preciosa, poderosa y perra – sonreí ante nuestro mantra.

– Cariño tengo una junta. Te llamare en la noche.

– Esta bien. Hasta luego – gire hacia la ventana sin ver nada en particular, con actitud distraída tome los auriculares y comencé a escuchar música y al ritmo de Elvis “el rey” Presley me relaje.

Llegue 15 minutos después al edificio que a partir de hoy vería todas las mañanas. Quite uno de los auriculares de mi oído y disminuí un poco el volumen de estos, para así escuchar también el exterior.

– Buenos días, bienvenida a Cullen Internacional mi nombre es Riley ¿En qué puedo ayudarle? – pregunto el hombre que bloqueaba el camino hacia los ascensores. Levante mis lentes arrastrándolos por mi cara hasta colocarlos sobre mi cabeza dejándolos actuar como diadema en mi cabello.

– Hmmm… si… es mi primer día y…

– Oh, tiene que firmar aquí señorita…

– Swan, Isabella Swan – tome la pluma eléctrica algo extrañada.

– ¿Es usted la nueva representante legal de la empresa? – la sonrisa en su boca no flaqueaba, era como si le pagaran por sonreír. Era un joven guapo y a simple vista simpático.

– Si – observo una tabla eléctrica entre sus manos pasando los dedos por ella hasta que aparentemente encontró lo que buscaba. La giro hacia mí apuntando con su índice mi nombre que aparecía en ella.

– Firme aquí y ponga su huella digital aquí por favor – plasme mi firma y mi huella rápidamente -  tiene una bonita firma señorita Swan.

– Hmmm… gracias – sonreí sinceramente – disculpa pero ¿Por qué ocupo mi firma? y más raro aun ¿Porque ocupa mi huella?

– Es por control de personal – quite el auricular que quedaba en mi oído derecho mientras volvía a mostrarme donde había plasmado mi firma – aquí esta archivado a la hora y fecha que llego. Después de que su firma y huella es plasmada pasa automáticamente al servidor de la empresa. También su huella es por seguridad tanto de la empresa como suya – fruncí el ceño totalmente confundida.

– No entiendo.

– Al entrar su huella al sistema se comprueba que es usted y no alguien más usando su nombre para entrar a la empresa – mi cara reflejaba el shock que sus palabras produjeron en mí.

– ¿Existe gente que hace eso? – susurre exteriorizando mis pensamientos sin contenerme. Era habitual en mí, en ocasiones el filtro entre mi cerebro y mi boca no funcionaba y decía lo primero que pensaba, avergonzándome en muchas ocasiones.

– Se sorprendería señorita Swan, se sorprendería.

– Creo que prefiero no saberlo – sonreí – ¿a qué piso tengo que ir?

– Claro. Discúlpame no era mi intención quitarle tiempo.

– No te preocupes por eso – dije con una sonrisa tranquilizadora mientras él me sonreía con agradecimiento.

– Es en el piso 47. Encontrará a Anna, ella le informara todo lo necesario.

– Gracias – le dirigí una pequeña y cordial sonrisa antes de continuar caminando hacia mi destino.

– Que tenga buen día señorita Swan – gire un poco hacia el sonriéndole mientras seguía avanzando a paso más lento.

– Bella. Llámame Bella.

– Esta bien señorita Bella – sacudí un poco mi cabeza negando divertida acerca de su formalismo.

Tome mis lentes deslizándolos hacia mis ojos nuevamente y coloque el auricular derecho en mi oído nuevamente para distraerme un poco. Mamá odiaba cuando los tenia porque me desconectaba, pero no podía evitarlo, eran lo único que me relajaba y me permitía un poco de tranquilidad alejándome de mis pensamientos, y si no tenía cuidado con estos mi mente comenzaría a deslizarse hacia los recuerdos y eso era algo que no podía permitir si quería seguir cuerda.

El elevador principal era espacioso y elegante. La madera que lo adornaba era obscura y daba increíblemente un aire cálido, totalmente raro en un edificio corporativo.

Estaba nerviosa, no sabía a qué clase de gente conocería, y los rumores sobre el señor Cullen no ayudaban en nada. ¿Será tan controlador como he escuchado? Los rumores corrían y aunque nunca he sido de esas personas que haga caso a estos no podía evitar la incertidumbre y los nervios. Tenía que tranquilizarme, era mi primer día y tenía que dar una buena impresión.

Tal vez, no fueran verdad todas esas especulaciones alrededor de él, tal vez y no fuera tan autoritario como lo pintaron los comentarios. 21… 22… 23 y el elevador seguía ascendiendo, los acordes de AC/DC se filtraban en mis oídos y mis nervios aumentaban considerablemente.

“I’m on the highway to hell
I’m on the highway to hell
Highway to hell” *

Por algún motivo sentí la verdad de la canción en mi vida, el sentimiento de que este elevador era el automóvil, el ascenso hacia las oficinas era la carretera y  mi destino era el infierno me abrumo. Ese presentimiento de que hoy sería un día importante comenzó a apoderarse de mí, la opresión en el pecho y el abrumador conocimiento de que no podía regresar a casa o simplemente rechazar el trabajo me dejo congelada y por un momento me olvide de respirar.

Pero como intervención divina el grandísimo Bon Scott* motivo una vez más mis pensamientos.

“No stop signs, speed limit
Nobody's gonna slow me down
Like a wheel, gonna spin it
Nobody's gonna mess me round” *

“Él” volvió a mi mente y como tantas veces lo había hecho luche contra la necesidad de caer al suelo y ovillarme como bebe para llorar por todos esos sueños rosas y estúpidos que alguna vez me permití concebir. Si, eran sueños estúpidos y cursis de una adolescente que creía en el caballero de armadura, el corcel blanco o el príncipe azul, si, recuerdo alguna vez soñar con ese maldito príncipe. Era una chiquilla que nunca espero la maldad de nadie. Vi como mi paraíso se alejaba de mi alcance y se volvió el infierno en el que me vi arrastrada sin poderlo detener, condenada por demonios que ni siquiera deberían ser míos.

¡Por Dios! solo era una niña de 17 años recién cumplidos cuando lo conocí  y me vi obligada a admirar como cada una de mis esperanzas e ilusiones de niña tonta eran quemadas con crueldad por su locura y obsesión enfermiza.

Cerré mis ojos y respire profundamente tomando todo el aire que pudiera reteniéndolo un momento hasta que mis pulmones dolieron. El grito en mi garganta empujaba por salir pero muy por el contrario de mis deseos, solamente expulse el aire poco a poco calmando mí interior momentáneamente.



Abrí mis ojos parpadeando ante el repentino escozor de las lágrimas deseando salir. Agradecí conservar mis lentes impidiendo ver mis ojos a cualquiera que pudiera aparecer por esas puertas en cualquier momento o piso en este caso.

Mis barreras nuevamente frenaron el derrumbe y mi orgullo lo oculto. Comencé a respirar más calmadamente y mis ojos se repusieron. Yo era fuerte, lo había demostrado, podía sobrevivir, no me derrumbaría y como dijera Bon Scott “nadie va a fastidiarme” *

Volví a respirar profundamente pero esta vez con una resolución diferente, ya no era la carrera desesperada por sobrevivir la avalancha de recuerdos ahora era la clase de inspiración después de contemplar un huracán y apreciar que sobreviviste a él, ese alivio que recorre el cuerpo a manera de escalofrió haciéndote sentir eufórica y feliz.

Mi sonrisa aunque pequeña era un avance en mi día. Levante la vista hacia el marcador de los pisos.

43… pase una mano por mi cabello tratando de acomodarlo un poco.

44… revise que cada detalle estuviera en su lugar, mi bolso, mi abrigo, los zapatos, los zarcillos incluso revise mi muñeca cerciorándome estúpidamente de que mi pulsera estuviera ahí.

45… enderece los hombros adquiriendo una postura recta y orgullosa.

46… inspire profunda y lentamente dejando todos los miedos del pasado fuera.

47… las puertas se abrieron y por primera vez en años me permití soñar con un futuro por delante.