martes, 20 de marzo de 2012

Cap. 2 - Inesperado





2 – Inesperado

“En algún momento de la vida de todos, se apaga el fuego interior. Pero entonces, un encuentro con otro ser humano lo hace estallar en llamas.”

Albert Schweitzer

Una mujer rubia de estatura media comenzó a avanzar hacia mí tan pronto coloqué un pie fuera del ascensor. La observe con aire “distraído” pero poniendo atención en todo, siempre lo hacía en espacios cerrados. Localice las posibles salidas y las escaleras de emergencia aproximadamente a cuatro metros de la izquierda del elevador. “Los detalles son importantes cuando estas en una situación de riesgo y cualquier situación aparentemente tranquila puede volverse una de riesgo” esa era la primera regla de defensa personal. 

La observe mejor. Sus delicadas facciones me hacían pensar en Inglaterra y la realeza. Sus labios eran finos y sus pómulos delicados. El color de su piel no llegaba a ser tan blanco como el mío pero si lo suficiente para considerarse pálido, y admire sus amables ojos ambarinos. La idea de que ella trabajara aquí también me agrado, a simple vista se apreciaba que era una muchacha muy agradable y si comenzaba encajando bien en el trabajo no tendría problemas.

Pero descarte esa idea en cuanto me paso de largo subiendo al ascensor no sin antes dirigirme una sonrisa enigmática la cual parecía esconder algo, a la que simplemente respondí por cortesía.

“Bien, eso fue raro” deje mis pensamientos de lado caminando hacia recepción.

– Buenos días– salude educadamente a la chica detrás del escritorio con un auricular que se extendía desde el oído hasta la mejilla. La chica me ignoro totalmente mientras seguía hablando con quien sea que estuviera del otro lado y por la plática sabía que no era trabajo.

– Buenos días– eleve un poco más mi voz, alcance a percibir la nota de enojo que comenzaba a bullir lentamente en mí.

– Te lo dije Amber es guapísimo, no tienes una idea si…– Mi mano viajó automáticamente al teléfono descolgándolo y colgándolo nuevamente para finalizar su llamada demasiado fuerte para mi gusto, pero no pude evitarlo ella simplemente me enojo.

– ¡Hey! – Giró su silla para enfrentarme con indignación– ¿Quién demonios te crees que eres? – casi puede reírme de su enojo, y lo hubiera hecho si no hubiera estado tan enojada.

– ¡Hey!– la imite – No soy más que la nueva jefa del departamento legal Isabella Swan lo cual me convierte automáticamente en tu superior- Sus ojos se abrieron desmesuradamente sin poder creer lo que le estaba diciendo.

– Así que…– observe la placa en su ropa con un gesto exagerado y entrecerrando los ojos– Anna, tú trabajo aquí es atender a quien entre a este departamento. Aquí se te paga un sueldo por desempeñar una tarea que por lo visto no estas cumpliendo. Vuelvo a encontrarte en la misma escena una vez más y ten por seguro que hablare con recursos humanos para que realicen tu despido– no me preocupaba haber sido un poco dura, este era su trabajo y tenía que hacerlo.

– Esta bien señorita Swan– percibí la hipocresía en su voz pero no me importo.

– Ahora que nos entendemos, podrías decirme ¿Dónde está mi oficina?

–  Claro- tomó el teléfono nuevamente marcando tres números, probablemente fueran la extensión del departamento, y segundos después colgó- En unos momentos vendrá su secretaria personal señorita Swan.

Quise decirle gracias como mi educación inglesa me lo pedían pero no pude, y más que por su grosería fue por su irresponsabilidad. Siempre deteste a la gente irresponsable e incompetente.

Dos minutos después llego una mujer muy parecida físicamente a mí a excepción de su piel tostada. Era realmente bonita y pude apreciar que como la rubia del elevador, también era amable. Definitivamente nos llevaríamos bien.

Se detuvo delante de mí apreciándome de los pies a la cabeza. No me molesto pues su mirada no era hipócrita era más bien admirativa. Como si no creyera que yo fuera su nueva jefa.

– ¿Señorita Swan?– preguntó dudosa. Le sonreí educadamente. Por lo visto me sería difícil integrarme y que me vieran como jefa a causa de mi edad.

– Isabella Swan– dije estirando mi mano para saludarla como marcaba la estricta cortesía. Abrió un poco los ojos al confirmarle sus sospechas pero se repuso pronto saludándome de la misma manera.

– Ángela Weber- sacudió un poco mi mano para después soltarla– Yo seré su secretaria señorita Swan. Si gusta seguirme le mostrare su oficina.

Emprendimos el paso por un largo y muy amplio pasillo, con una decoración exquisita. El color de las paredes era casi blanco pero con un tono aperlado que daba un toque elegante. Había unos cuantos arreglos florales a lo largo del pasillo y todas las puertas eran de madera, muy separadas una de otra.

Isabella Swan
Jefe del departamento de asuntos legales



Marcaba la placa dorada en la puerta. Entre sin ninguna indicación con Ángela siguiéndome. A decir verdad la oficina era muy bonita. Espaciosa y elegante con un toque moderno. El escritorio estaba a escasos pasos de la pared a la derecha y de frente a la puerta una vista impresionante. El ventanal de cristal abarcaba toda un muro de la oficina. A unos metros frente al escritorio se ubicaba una pequeña sala con dos sofás de cuero negro con una pequeña mesa de centro y contra la pared un librero bastante grande. Todos los muebles eran de acabados en madera obscura, casi podría jurar que era roble rojo.

Había adornos contra las paredes y pequeñas cosas que yo no usaría en una oficina pero fuera de eso era perfecta. El estilo entre moderno y clásico estaba perfectamente combinado.

Camine hacia el centro de la oficina y di una pequeña vuelta apreciándola toda. Volví mi vista hacia Ángela y le sonreí a su pequeño ceño fruncido de preocupación.

– ¿Le gusta la oficina Señorita Swan?– pregunto tímidamente.

– Es perfecta Ángela– le respondí, mientras caminaba en dirección a mí escritorio quitándome el abrigo y colgándolo en el perchero que se encontraba en la esquina de la oficina al igual que mi bolso– Y por favor llámame Bella, nos trataremos diariamente durante algún tiempo así que espero podamos tener una buena relación laboral– sonreí sinceramente ante esa idea. Esta chica me agradaba, se notaba que era buena persona.

– Está bien señori…– le dirigí una mirada “amenazante” con una sonrisa- Bella.

– Perfecto. Ahora quisiera que me dijeras cuales son los pendientes. Necesito ponerme al día– Me senté detrás del escritorio abriendo las carpetas en él.

– Oh sí. Toda la información y contratos pendientes están en la carpeta azul– tome la carpeta en cuestión y sin levantar la vista le indique que se sentara– Su horario está despejado para que se familiarice con el trabajo hasta las 2:00 p.m.

– ¿Que hay a esa hora? – pregunte aún sin levantar la vista de la lista de pendientes.

– Habrá junta en la sala de reuniones del piso 50.

– Está bien– volví a revisar la misma línea por segunda vez. Era un contrato, que debería de haber estado listo hace 3 meses, y se había redactado 3 veces. La última vez sin la autorización del jefe anterior– ¿Quién está encargado del contrato L’mark? – levante la vista.

Se sorprendió por mi pregunta pero rápidamente hojeo una pequeña libreta que tenía en sus manos.

– Lauren Mallory– dijo frunciendo su ceño y en sus ojos hubo entendimiento– Hay una irregularidad ¿Verdad? – susurro más para sí misma que para mí.

Me sorprendió la precisión con la que lo predijo por el simple hecho de saber el nombre.

– ¿Qué te hace pensar eso Ángela?–  sus ojos se abrieron sorprendidos por haber hablado en voz alta y eso me hizo sospechar de ella también– ¿Tienes algo que ver con ello?- pregunte sin más, si de algo pecaba era de ser directa.

– ¡No!– salto del asiento acercándose al borde del escritorio– Se lo juro. Lo que pasa es que hace tiempo me entere de que Lauren mantenía una relación con un accionista de la empresa L’mark. Nunca dijo nombres y sinceramente no quería saber… digo, no es que su vida sentimental me interese porque no es así…– comenzó a retorcer sus manos mientras su mirada se desviaba a todos lados excepto a mí.

– Estas divagando– le advertí– ¿Quién es ese accionista?

– Cierto– asintió con la cabeza levemente– Nunca supe el nombre. Solamente sé que justo después de que ella entrara a trabajar el contrato recibió luz verde. Se cambió dos veces por decisión del mismo señor Cullen. También se ajustaron algunas cláusulas pero hace poco Lauren comenzó a tener una actitud que levanto ciertas sospechas. Hace dos semanas la encontré en su cubículo a las diez de la noche con la carpeta del contrato en su escritorio. Cuando le pregunte sobre ello, solo dijo que Sara, la antigua jefa legal, se lo pidió– fue sorprendente verla hablar tan corrido.

– Tú no tenías conocimiento de que estaba haciendo ¿verdad? – continúe con mi interrogatorio.

– No… Claro que no– tartamudeo un poco pero se sostuvo ante mí. Definitivamente me llevare bien con ella.

– En ese caso te puedes ir. Anúnciale a la señorita Mallory que después de la junta venga a mi oficina y no quiero que le digas nada de lo que se habló aquí– sentencie. Necesitaba tratar el tema con mi jefe antes de hablar con esa mujer– Ángela, espera ¿De qué tratara la junta?

– Oh. El señor Cullen se reunirá con los jefes de los departamentos de la empresa– dijo simplemente.

– De acuerdo. Ahora si te puedes retirar– asintió dirigiéndose a la puerta y dejándome sola en esta inmensa oficina.

Después de un momento a solas el cual a decir verdad no sé cuánto duro encendí la computadora de la empresa. Teclee la contraseña que me había facilitado anteriormente y me dedique a revisar la lista de pendientes poniendo especial interés en los documentos que hubieran pasado por las manos de Mallory.

El contrato era fácil y beneficiario para Cullen Internacional. Pero había un defecto a mitad del contrato fácilmente pasado por alto en especial si se suponía que este sería el contrato definitivo. La empresa perdería millones de dólares si se firmaba. Estaría entregándole acciones importantes a L’Marck.

Definitivamente Lauren trabajaba para dios y para el diablo. Tendría que exponerlo en la junta.

Me dolía el cuello de tanto leer documentos en el escritorio. Mis dedos pedían descanso por teclear sin parar y definitivamente mi vista se quejaba de forzarla demasiado. Me recline en la silla y pase una mano por mi cuello y nuca girando la cabeza un poco hacia los lados para despejar un poco la tensión acumulada.

Giré mi vista hacia el ventanal. Me levante del asiento y camine hacia el deteniéndome a dos pasos. Mi mano acaricio un poco el cristal y baje mi vista apreciando lo pequeño que parecía todo. De verdad era una vista hermosa. Central Park se admiraba cubierto de las primeras nevadas del invierno. Miles de personas caminando envueltos en su propio mundo de felicidad, ignorancia e inconciencia. Cientos de personas pasando y ninguna haciendo en realidad nada. Inconscientes de las desdichas ajenas y las vidas lastimadas a su alrededor. Ignorantes de la realidad tan diferente a la de ellos de otros seres humanos.

Así veía mi vida. Cientos de personas alrededor de mí hablando y hablando pero sin decir nada en realidad. Oyendo pero nunca escuchando.

Soledad. Esa era la palabra para describir mi persona. Una soledad llena de gritos desesperados que pugnaban por salir desde lo más profundo de mi alma. Mi silencio gritaba ayuda, auxilio, dolor, y lágrimas que nunca llorare.

Algunas veces añoraba volver a ser aquella niña de 17 años que no ha visto la oscuridad en el mundo ni en las personas, seguir viviendo entre ingenuidad y corazones de papel. Seguir siendo aquella niña que creía en el amor de papel, ese idealismo de que la perfección en una pareja existe de que él puede ser un príncipe azul y tu una princesa. A veces desearía volver a serlo. Pero casi inmediatamente el pensamiento se esfuma dejándome ver la realidad. En este mundo que se mueve por deseos y dinero la realidad es mucho más cruel. Hay personas que te enseñaran cuan equivocada puedes estar al confiar y otras pocas que la bondad existe.

Yo tuve esos dos tipos de personas en mi vida. Esas que me enseñaron a temer, a defenderme y a esperar cualquier cosa, de cualquier persona, porque incluso en el peor momento esos a quienes alguna vez consideraste tus amigos te pueden traicionar. Pero también he tenido personas que me enseñaron que no todos son así, que hay personas dispuestas a ayudarte sin pedir nada a cambio a excepción de tu bienestar.

Esa ambigüedad de mi vida me ha enseñado a confiar, pero siendo precavida de en quién deposito mi confianza. Me ha enseñado de engaños, hipocresía y mentiras. Y también de almas oscuras teñidas de sangre con adornos de maldad.

Mis manos se cerraron en puños a los costados de mi cuerpo. Podía imaginar mis nudillos blancos y mis brazos completamente tensos. Levante la vista hacia el cielo. Hermosas nubes blancas extrañas en esta época invernal del año. 

Me invadió una ola de tranquilidad al contemplar el cielo azul. Recordándome aquellas lejanas vacaciones con mis padres y mí hermano a las montañas cercanas a Escocia. Pasamos 5 días en la cabaña de un amigo de papá acampando, asando malvaviscos en fogatas nocturnas y lo mejor de todo, según papá, pescando a la intemperie de un cielo más azul pero a su vez bastante parecido a este.

Fue una de las últimas vacaciones que pasamos los cuatro juntos, en familia… Seis meses después Emmett se enlisto en el ejército americano y yo me encerré en los estudios.

“Que días aquellos. Como los extraño”

Camine nuevamente al escritorio. 1:52 p.m. y la jodida junta se me había olvidado. Tome mi bolso, abrigo, las carpetas y los datos reunidos sobre el contrato L’Marck y Lauren Mallory.

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Entre a la sala de juntas escaneando mi entorno. Aparentemente estaban casi todos. 5 hombres y 3 mujeres sin incluirme. Todos giraron su cabeza cuando entre haciéndome sentir cohibida por un momento. Camine hacia la tercera silla al lado de la cabecera y me senté.

Desconcierto, curiosidad, desdén, lujuria, deseo y envidia eran las miradas que recibía.

– Buenas tardes– salude cortésmente y con voz modulada.

Se escuchó un pequeño coro de “buenas tardes” y “hola” a excepción de la rubia sentada frente a mí, al contrario de los demás su cara no tenía una sonrisa cortes o amable. Sus ojos almendrados dejaban ver todo su desprecio hacia mí y un gesto irónico trazaba sus facciones dejándome saber que por ella no era bien recibida. Era muy guapa, demasiado diría yo.  Su ropa era elegante pero había en ella algo que la hacía destilar un aire vulgar. Aunque he de admitir que ese labial rojo sangre era hermoso. 

Aleje mi vista de ella concentrándome en la carpeta que llevaba en mis manos, no era que me importara mucho su desprecio hacia mí.

– No le hagas caso– susurro una muchacha a mi lado. Sus ojos castaños miel me miraron con amabilidad. Tenía el cabello rubio obscuro, la piel blanca y era bastante bonita.

– ¿A qué te refieres?–

– Ella es Kate. Y date por enterada que desde ya te odia– sonrió como burlándose del desprecio que la otra mujer pudiera proferir hacia mí. sentir.

– ¿Por qué?– fruncí el ceño, desconcertada. Esto si era nuevo, nunca nadie me había odiado solamente con verme.

– Te has visto en un espejo últimamente– dijo con una pequeña sonrisa.

– Todos los días– mi ceño seguía ligeramente fruncido– Pero no entiendo que tiene que ver mi físico en esto.

– Kate Miller, encargada de relaciones públicas, ha tratado desde hace un año que el señor Cullen la mire, pero nunca lo ha logrado. Y hoy vienes tú, una hermosa inglesa a robarle atención. Probablemente cree que tú tienes más posibilidades con el señor Cullen– estaba asombrada porque esa rubia me odiara solamente por eso ¿Acaso me encontraba en el instituto?. 

– Yo solamente vine a trabajar. No tengo ninguna intención de buscar hombres y menos a mi jefe– dije sin poder detener cierta nota de amargura que se deslizo entre mis palabras. Pero ella no lo noto o simplemente lo ignoro.

Lo que si percibí fue el cambio de sus facciones. De amable paso a un gesto algo burlesco. Como si me estuviera perdiendo de un chiste privado o algo así.

– Eso solamente quiere decir que no has conocido a “tú jefe”.

– No creo que sea algo de otro mundo– dije totalmente incrédula a pensar que ese hombre podría atraer a cualquier mujer.

– No de otro mundo, pero tal vez si de otra dimensión– enarque una ceja– Tendrías que conocerlo para saber de lo que hablo. Solamente te diré que nunca en mi vida he visto un hombre como él. Todas caen a sus pies al primer segundo.

– ¿A ti también te gusta? – le pregunte en tono burlesco.

– No. Estoy casada cariño, pero eso no me impide tener sueños eróticos con ese hombre de vez e cuando– esta vez fue mi turno de reír ante sus palabras.

– Soy totalmente atea a tu religión por el señor Cullen– bromee.

– Yo la veremos. Por cierto soy Jessica Stanley encargada del departamento de publicidad, pero puedes decirme Jess– finalizo estirando su mano hacia mí. 

– Isabella Swan– tome su mano sacudiéndola un poco– Del departamento legal pero llámame Bella.

– Una británica con nombre italiano– sacudió su cabeza negando mientras una sonrisita salía de sus labios.

– Digamos que mi madre tiene…– la puerta se abrió dejando mi frase a medias.

Un hombre alto de ojos azules, cabello castaño y peinado elegante entro por ella. Sus hombros eran anchos y podría jurar que media alrededor de 1.85 cm. El traje gris con corbata era muy elegante y sabía que era de marca importante pero la corbata azul hacia resaltar sus hermosos ojos. Su mirada era amable y tenía una sonrisa muy bonita. Me impresiono, de verdad que lo hizo. El debería de estar en una portada de revista o en campañas de Calvin Klein. Me dirigió una mirada de admiración y amabilidad mientras avanzaba.

– Buenas tardes– saludo ese hombre modelo.

– Ese es PeterJackson. Es el vicepresidente de la compañía– susurro Jessica en mi oído conforme lo veía avanzar y sentarse al lado de ella. Hasta su caminar era con clase.

La puerta se abrió nuevamente.

Y entonces lo vi.

Mi mundo cambio en ese instante.

Un suspiro involuntario escapo de mis labios al verlo.

Mi reacción al ver al vicepresidente de la compañía no fue nada, absolutamente nada comparado con el aire atorado en mi garganta al ver entrar a otro hombre a la sala, pero él no era solamente otro hombre ¡joder! me voy a odiar por decir esto pero él era “EL HOMBRE”. De esos que crees que no existen, ni existirán nunca en la vida real, aquellos con los que sueñas alcanzar algún día y que perturban los sueños eróticos de cualquier mujer. Nunca en mi vida había visto algo parecido.
 
Su cabello era una mezcla perfecta entre lo peinado y el desorden con mechones cobrizos y algunos más claros, se veía tan suave que incitaba a pasar los dedos entre ellos tantas veces como lo permitiera el tiempo. Su mandíbula cuadrada, marcada y masculina tentaba a repartir besos en ella. Adornado con unos labios finos pero formados y una nariz recta, su elegancia era innata. La espalda ancha, los brazos fuertes y la altura, que he de decir era mucha, estaban enmarcados por un traje que podía apostar era Armani, el traje azul oscuro casi llegando al negro daba un contraste interesante con la camisa negra y la corbata del mismo tono, era la más elemental y sencilla combinación que había visto en un traje pero nunca alguien más se ha visto tan maravilloso como él.

Desprendía un aire de poderío y reinado. Como si él fuera el dueño de las marionetas y manejara los hilos del universo. Pero lo más impactante de él eran sus felinos ojos verdes, tan penetrantes y poderosos, tan fuertes. Estaba segura de que con una sola mirada te hacia suplicar por tu vida.

Era el hombre más hermoso que había visto en mi vida. Pero no era solo su hermosura. Era la masculinidad que derrochaba lo que lo hacía doblemente impactante.
 
Mi pesada y superficial respiración era difícil de llevar. Me dolía el pecho de retener continuamente el aire. Mi corazón latía con una fuerza impresionante y retumbaba en mis oídos. El aura que este hombre destilaba a su alrededor era aplastante, todo en la habitación se tornó pequeño en comparación con este gigante de mirada verde.

Camino con una mano en su bolsillo escaneando la sala y a las personas en ella hasta que su mirada se posó sobre mí. Un segundo, solo un segundo basto. Mis pulmones se paralizaron y el aire no se movió a mí alrededor. Todo se congelo, el tiempo se detuvo. Lo observe fruncir su precioso ceño y seguir caminando igual, en total control de su mismo.

Me sentí irremediablemente atrapada por él, atraída como nunca antes lo estuve.

Se sentó en la cabecera de la mesa. Lo que me hizo suponer que el seria Edward Cullen. Y sin quitar sus ojos de los míos se reclino en la cómoda silla inclino un poco su cabeza hacia la derecha, levanto su mano derecha a la altura de su cara, entrecerró los ojos y pasó su pulgar por los labios. 

¡Mierda! casi tengo un orgasmo con solo ver ese dedo. Estaba húmeda, mis bragas se mojaron ante mi repentina excitación y me sonroje por ello ¡Dios! nunca me había pasado algo así. Lleve mis manos a mis mejillas comprobando la tibieza en ellas y me sonroje aún más. Sus ojos brillaron peligrosos y divertidos, creí ver algo más en su mirada, algo como ¿deleite? y sin despegar su mirada de mí comencé a ponerme nerviosa. Mis manos temblaron en mi regazo haciéndome agarrar el dobladillo del vestido con fuerza para mantenerlas tranquilas.

El rastro fantasmal de una sonrisa quiso aparecer en sus labios y no pude más.

Sonrojada, acalorada y excitada baje la mirada hacia la mesa. Tome la carpeta en mis manos y la abrí para tener algo que hacer pero aun así mi cuerpo seguía temblando. Me odiaba a mí misma por perder el control de esta manera. Yo no era de las que perdían el control fácilmente, pero este hombre me descoloco. Como un terremoto abrió una grieta en la armadura a mí alrededor.

Su mirada era peligrosa. Eso era lo que más miedo me daba, yo caí con un hombre de mirada peligrosa y volvió mi vida un infierno y no quería que eso volviera a pasar. Pero he de admitir que no era el mismo tipo de mirada a la de mi pasado. Había algún tipo de amabilidad y humanidad en esta mirada verde que me tranquilizaba un poco.

Sentí un golpe en mi costado izquierdo que me sobresalto. Levante mi cabeza rápidamente viendo a todos en la mesa. Sus miradas estaban sobre mí y el silencio era ensordecedor. Ni siquiera fui consciente de que Peter estuvo hablando todo este tiempo.

– Yo… yo… lo siento– susurre abatida por no haber puesto atención a algo tan importante como mi trabajo.

– No se preocupe señorita Swan. Estaba presentándola. Estaba diciendo que usted era la nueva Jefa del departamento legal, y solamente pregunte si tiene algo que decirnos– su voz formal pero amable me tranquilizo un poco e ignore deliberadamente la mirada verde que sentía aun sobre mí.

– Por favor llámeme Bella– mi voz salió nuevamente en un susurro y carraspee despacio y muy bajo para que nadie lo escuchara– Tengo un importante problema con un contrato que revise esta mañana pero eso quisiera tratarlo en privado con usted señor Jackson.

– Llámame Peter, Bella, así como todos los demás en la habitación lo hacen. Ese tema lo tienes que tratar con el director Edward Cullen– finalizo señalando con un gesto la imponente presencia que estaba sentado a la cabeza de la mesa. Automáticamente mi mirada se posó sobre esos ojos hipnóticos.

Asintió despacio haciéndome ver que estaba de acuerdo aunque sus ojos seguían siendo divertidos y algo duros.

– Es todo por hoy–  observe al señor Cullen levantarse y caminar hacia la puerta en cuanto Peter dijo esas palabras. Tomo la perilla y abrió la puerta, justo cuando salía por ella me dirigió una mirada sobre su hombro que me dejo estática. Era como si me hubiera ordenado no moverme y yo lo estuviera obedeciendo. Estoy segura de que me quede como idiota viendo esa puerta y rezaba porque nadie se hubiera dado cuenta.

Tome mis cosas y camine junto con Jessica hacia el elevado envuelta en una bruma cegadora. No podía pensar con claridad.

Jessica comenzó a parlotear sobre su esposo y unas vacaciones de las cuales no entendí nada, no era que quisiera ignorarla, simplemente no lograba concentrarme, veía su boca moverse y gesticular con las manos pero había algo en mi cerebro, algo así como una barrera que me mantenía aislada, escuchaba pero no captaba.

Como una autómata salí del elevador cuando se detuvo en mi piso sin decir nada.

– ¿Y qué te pareció Edward Cullen?– en ese momento mi atención se centró en ella. Gire sobre mis talones viéndola dentro del ascensor, su mirada divertida me hizo saber que ella si noto mi estado por aquel titán de acero.

– Creo que me volví creyente– dije junto antes de que se cerraran las puertas dejándome escuchar una carcajada bastante fuerte. Y algo así como un “lo sabía”.

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Ángela estaba en la recepción de piso junto con la chica mal educada que no hacia bien su trabajo. Tan pronto como me vio salir del elevador literalmente corrió hacia mí con un gesto de angustia tan evidente que me preocupo.

– Ángela– se detuvo un momento a agarrar aire por la pequeña carrera– ¿Estás bien?

– Llamo… dijo su secretaria… necesita subir– balbuceo incoherente dejándome más confundida y preocupada.

– No estoy entendiendo nada– tome sus hombros para tranquilizar los repentinos movimientos de sus brazos nerviosos– Respira profundamente y luego dime que paso.

– Cierto– tomo aire y lo soltó tranquilizándose un poco, abrió sus ojos y sonrió como si un peso hubiera caído de su espalda– La secretaria del señor Cullen llamo, me informo que te espera en su oficina.

– Supongo que es por el problema con Mallory.

Le entregue mi abrigo a Ángela y me despedí de ella mientras volvía nuevamente al ascensor con las piernas como gelatina. Tenía que mantener la compostura ante ese hombre tan impactante.

“Solamente respira Bella. No se te olvide respirar”

Moriré asfixiada. Ni siquiera estaba cerca de mí y ya sentía la asfixia de su aplastante aura. Nunca había conocido un hombre igual y dudo mucho que llegue a ver a otro.

Mis manos comenzaron a temblar conforme salía de esa pequeña y sofocante caja metálica. Carraspee un poco al llegar a la que supuse era su secretaria. La mujer guapa pero mayor me regalo una tierna sonrisa, casi maternal, que formo pequeñas arrugas en sus ojos negros. Su piel era oscura y poseía un brillo envidiable para cualquier jovencita de veinte, incluyéndome a mí. Volví a carraspear en un intento de darle más firmeza a mi voz de la que en realidad tenía.

– ¿Señorita Swan? Mi nombre es Zafrina, soy la secretaria del señor Cullen– me tendió su mano como saludo y la tome agradecida con mi idea de haber enjugado el sudor de ellas antes de salir del ascensor.– El señor Cullen la está esperando ¿Necesita que le lleve algo?

– No gracias, así estoy bien– ¡mentira! sabes que dejaras de respirar en cuanto atravieses esas puertas.

Camine a paso “decidido” porque de decidido no tenía nada, me temblaban las rodillas, mi respiración se aceleró y los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos, ver a ese hombre tan misterioso estaba descolocando mi día y estaba segura de que mi semana sino es que el año entero, era demasiado guapo para la seguridad del género femenino.

Entre quedándome una vez más sin aire a la visión ante mí. Él se encontraba sentado en su escritorio con el cuerpo recargado en la silla giratoria, una de sus piernas estaba sobre la otra formando un 4, sus codos estaban sobre los reposabrazos de la silla y sus manos estaban juntas debajo de su barbilla, de ese sexy mentón que quería tocar ¡Dios Bella! Limítate al trabajo.

Camine lenta y pausadamente hasta la silla frente a él. En ningún momento de mi caminata dejo de mirarme haciéndome sentir tan… tan pequeña, casi insignificante, era como si de pronto me hubiera reducido de tamaño y esa sensación no me gustaba, yo era una mujer fuerte, independiente y autosuficiente que no se dejaba intimidar por nadie pero este hombre tenía tanto poder con una sola mirada que me sentía obligada agachar la cabeza de alguna manera.

El medía y estudiaba cada uno de mis movimientos como si fueran fascinantes. Me atreví a mirarlo una vez estuve sentada y volví a apreciar sus ojos penetrantes y sus hermosos labios ¿Qué se sentiría un beso de él? ¿Besara tan bien como lo imagino? ¿Sera tan apasionado como su porte lo indica? Detuve mis pensamientos horrorizándome de ellos como si fueran un crimen contra la humanidad. No podía pensar así, él era mi jefe y yo no quería involucrarme con nadie… pero esos labios tentaban hasta la más santa de las mujeres y esos ojos invitaban a pecar.

Me ruborice por mis pensamientos tan impropios de mí y desvié la mirada cuando advertí la diversión en sus ojos. Si, se había dado cuenta de que lo mire más de lo que la educación lo permite.

Mordí mi labio inferior tratando de calmar el nerviosismo ante su mirada y sus ojos se volvieron duros y peligrosos. No entendía porque cambio de ánimo ¿Se habrá enojado? Estaba decidida a abrir mi boca y decir algo, cualquier cosa pero él se me adelanto.

– Buenas tardes señorita Swan– ¡oh Dios! esa voz, esa voz tan ronca, suave y cargada de sexo, todo en este hombre gritaba sexo y prometía ser del bueno. Me di cuenta que esperaba una respuesta de mi parte cuando el silencio se volvió a instalar entre nosotros y entendí que ni si quiera lo había saludado, me volví a ruborizar por enésima vez en las últimas dos horas avergonzada por mi propia estupidez.

– Bu… buenas tardes señor Cullen– susurre con voz pequeña y su postura se contrajo tensando sus hombros y su mordida. De pronto su postura era rígida, superior, peligrosa y hasta evaluativa.

– Dígame señorita Swan ¿Cuál es el problema que encontró? – dijo despreocupadamente mientras se recargaba hacia un lado en la silla dejando solo un codo en el reposabrazos y sus dedos sobre su mejilla dando pequeños toquecitos y alguna caricia con el pulgar. Me perdí en su movimiento y de pronto sonrió ¡sonrió! Una sonrisa torcida, perfecta y hermosa, mis rodillas flaquearon y estoy segura que de haber estado de pie habría caído al suelo, definitivamente este hombre se estaba divirtiendo conmigo y yo estaba haciendo el ridículo– ¿Señorita Swan?

– Si… yo…– ¡Maldición Bella! Contrólate, demuestra tu capacidad. Pareces idiota. Carraspee un poco con la resolución de comportarme lo más profesionalmente que pudiera. Coloque la carpeta en el escritorio y la abrí donde estaba lo que necesitaba– Vera señor Cullen, esta mañana revise algunos contratos pendientes y hubo un cambio en el contrato L’Marck. Tengo entendido que fue cambiado en dos ocasiones ambas aprobadas por usted y después de eso se aseguró en el cuarto de archivos de seguridad– sus ojos se entrecerraron y entrelace mis manos sobre mi regazo aferrándome con fuerza para mantener la compostura– Cuando revisaba los documentos encontré una anomalía en el contrato, si mis datos no me fallan hubo un tercer cambio pero sin la autorización de usted, y nuevamente fue colocado en el cuarto de archivos. Investigue con mi secretaria esta mañana y la persona que tomo el documento por última vez fue Lauren Mallory quien tengo entendido mantiene una relación con uno de los accionistas de esa empresa– sus ojos adquirieron un tono de sorpresa e incredulidad ante mis palabras– revise el contrato y en la sección doce, párrafo cinco, punto tres punto uno estipula que si la sociedad se rompe por algún motivo, cualquiera que este fuere, usted deberá pagar el doble de lo que se invirtió inicialmente dejando con todas las ganancias a la otra empresa. Como entenderá nadie se daría cuenta debido a que era un documento ya seguro. Estoy en la plena seguridad de que el plan era sacar ese contrato en la reunión y usted lo firmaría sin enterarse porque era un documento ya resguardado y seguro para usted.

Él estaba en silencio y su mirada no revelaba mucho, era algo así como impenetrable, no podía saber cómo tomo mis palabras. Me escrutaba con esa mirada tan penetrante, era como si quisiera entrar a mi mente y conocer desde los más superficiales hasta mis más oscuros y profundos secretos. Era incomoda pero halagadora tanta atención de él. Se inclinó sobre el escritorio y presiono el intercomunicador con su secretaria.

– Zafrina necesito que traigas a la señorita Lauren Mallory del departamento legal a mi oficina ahora mismo– ordeno con voz fuerte. Estaba enojado se notaba pero aun así era amable.

– En un momento señor.

El volvió a observarme como si fuera una bóveda que él quisiera descifrar y estuviera buscando los códigos en mi rostro.

– ¿Qué edad tiene Isabella?– pregunto de pronto.

– ¿Tiene algo de importante mi edad señor? – pregunte de vuelta incomoda por el tema de la edad, esperaba que no se volviera un problema en mi trabajo. Sus ojos se endurecieron como si de pronto estuviera ¿enfadado? Y me puso nerviosa nuevamente.

– Conteste– ordeno autoritario.

– Veintidós– pensé que se sorprendería e incluso se enojaría por mi edad, pero su rostro era impenetrable, no dejaba ver nada de lo que pensaba.

– ¿Veintidós? – Con movimientos gráciles se levantó y elegantemente camino hasta el ventanal dándome la espalda– ¿No es usted muy joven para trabajar en una empresa multinacional señorita Swan?

– No… no lo creo– ¡oh mierda! ¿Me va a despedir por ser demasiado joven? Obligue a mi rostro a mantener su expresión, pero he de decir que me estaba siendo malditamente difícil bajo su continua evaluación.

– ¿Cuestiona lo que digo?– la nota de gusto en su pregunta me dejo confundida. El humor de este hombre cambiaba y golpeaba tan rápido como un latigazo– ¿Por qué  no cree que tenga la razón señorita Swan?

– Mi edad no condiciona mi trabajo señor– conteste firme.

– Insisto en que es usted muy joven.

Camino al escritorio nuevamente sentándose sobre este y quedando frente a mí, cruzo sus brazos a la altura del pecho, coloco la mano derecha en su cara y sus dedos viajaron a su mejilla sin moverlos.

Oh por Dios, por favor que no lo haga, no permitas que lo haga

Y como era de esperarse, Dios no me escucho. Lo hizo, paso el pulgar por su labio inferior y tal como en la sala de juntas la gravedad de su acción golpeo mi cuerpo perdiéndolo en mil y una sensaciones. No pude, ni quise apartar mi vista de ese dedo que viajo por su labio en dos ocasiones. Tan solo de imaginarme las cosas que él podría hacerme con esos labios comencé a hiperventilar.

Todo en él te invitaba, todo era una promesa abierta al placer, al pecado, a la perdición. Ahora comprendía porque las mujeres parecían arrojarle bragas cuando caminaba por la calle, yo misma estaba tentada a quitarme las bragas y colgarlas de su bolsillo como ofrenda, era tan… tan hipnotizante.

Su rostro era el de un ángel pero una sola mirada de esos verdes ojos dejaba claro que estaba lejos de serlo, él podría ser el diablo y a nadie le importaría mientras sus ojos te siguieran mirando.

Parpadee repetidamente al percatarme del calor saliente de mis mejillas y cuello. Comenzaba a sentir el sudor querer salir por mis poros y mi excitación seguía. Levante la vista nuevamente a sus analizadores ojos sin saber que decir, no recordaba su pregunta, no recordaba la plática previa a esa acción ¡Dios! a duras penas estaba recordando respirar.

Sus ojos chispeantes nuevamente de diversión me avisaron lo inevitable, él se dio cuenta de mi estado y como apiadándose de mi volvió a hablar.

– Su silencio me dice que sigue sin estar de acuerdo conmigo– maldito mentiroso, él sabía que no recordaba de que hablábamos pero agradecía que me ahorrara la vergüenza– Su edad me hace suponer que es un gran problema debido a que no tiene usted la experiencia que se necesita para una compañía tan grande como lo es Cullen Internacional.

¡Maldito bastardo! Hace cinco minutos quería desnudarme y ofrecerme como regalo de navidad pero en este momento quería tirarle sus papeles en la cara, aunque yo sabía que no me atrevería nunca, algo en él me decía que no se podía faltar a la autoridad de Edward Cullen. Respire profundamente conteniendo la oleada de ira que invadía en mí, detestaba que cuestionaran mi trabajo y capacidades.

– Creo firmemente señor Cullen que nada tiene que ver mi edad. Estoy perfectamente capacitada para llevar los conocimientos de esta empresa en el ámbito legal tanto como cualquier persona que tenga “más experiencia” – dije con sarcasmo las últimas palabras.

– La experiencia hace el conocimiento señorita Swan.

– Es usted un empirista entonces– si era un empirista podía darme por despedida.

– No en su totalidad pero creo que los conocimientos se adquieren con la práctica y las experiencias. Si no se experimenta no se sabrá cuando se está equivocado– se puso de pie rodeando el escritorio y sentándose en esa silla como si fuera el trono de un reinado, desgraciadamente eso es lo que era. Y todos éramos algo así como sus súbditos– Usted no tiene experiencia, solamente tiene veintidós años por lo que ha aclarado, es inglesa y eso la deja en desventaja para conocer las leyes de este país sin contar el hecho de que solamente se graduó hace un mes al parecer ¿Ha estado en algún juicio? ¿Sabe distinguir contratos? ¿Redactarlos? Usted no ha ganado juicios y en esta empresa algunas veces nos enfrentamos a ellos por lo cual creo que no sería de mucha ayuda su conocimiento académico– soltó sin titubear en ningún momento.

Estaba roja, hervía de rabia, como se atreve a despreciar mis esfuerzos, como osa descartar los años de desvelos y calvarios que sufrí para ser la mejor, para graduarme con honores y ser la primera de mi clase ¡¿Cómo se atreve?!

– Aparentemente no se ha detenido a leer mi expediente señor– dije con los dientes apretados.

– Peter fue el que contacto a Recursos Humanos para su contratación– ¡Lo hacía apropósito! El maldito estaba disfrutando enfurecerme, lo veía en su rostro, en su divertida mirada y en la comisura izquierda de su labio elevada.

Respire una vez más pero esta vez mas discretamente, no le daría el gusto de verme perder la cordura.

– Eso lo explica todo. Cuando lea mi expediente sabrá que soy graduada con honores un año antes de Conrell, la mejor de mi clase y que participe en tres juicios uno de ellos de asesinato como segundo abogado y los otros dos de fraude y desfalco como representante principal mientras estaba en mi último año, los tres a mi favor– tome aire para seguir con mi discurso– y como demostré hace solamente una hora se distinguir entre contratos señor– dije con desdén la última palabra.

Sus ojos se volvieron glaciales de repente, podía sentir el hielo rodeándome. Y el miedo a haberme extralimitado me invadió.

– Cuide su tono Isabella– hablo aparentemente tranquilo pero la subnota de su voz me dejaba claro la orden en sus palabras. Mire sus ojos por un tiempo indefinido mientras él hacía lo mismo.

Juro que quise, de verdad quise, pero no pude sostener la mirada por más tiempo, me sentía irrespetuosa, grosera pero sobre todo me sentía culpable por ser irrespetuosa e insolente. Clave mis ojos en los suyos otra vez y su mirada me recordó cuando le grite a Charlie a la edad de 7 años, esa mirada que te dice “hiciste algo malo y sabes que mereces un castigo” me hizo sentir tan culpable como estos ojos verdes ¿Por qué? ¿Por qué me siento culpable si no hice nada malo? Porque no hice nada malo ¿Verdad? Pero si no hice nada malo ¿Por qué sentía la imperiosa necesidad de disculparme?

– Lo siento– musite con voz pequeña y cargada de sincero arrepentimiento ¡cielos! esto estaba mal, yo no debería disculparme, él se debería de disculpar por dudar de mis capacidades y ofenderme de esa manera.

Sus ojos se suavizaron con evidente satisfacción ante mi actitud y palabras, y sinceramente no quise analizar sus acciones, solo lograban confundirme más.

Hojeo un poco los papeles que le había entregado sin ponerme ninguna atención en realidad.

– Se puede retirar señorita Swan– levante mi vista abruptamente por la despedida tan repentina. Decir que no me dolió el tono que empleaba era mentira, fue como si no importara, como si fuera un peón en el tablero de ajedrez donde él era el rey, así de insignificante me sentí.

Me levante lentamente, con toda la gracia y educación que se puede poseer en un momento como este. Incline un poco mi cabeza a  modo de despedida y camine hacia la puerta, pero su voz, su sensual, ronca y penetrante voz detuvo mi salida triunfal.

– Y… señorita Swan– aun sentado en su escritorio viéndome desde su trono donde gobierna hizo temblar mis huesos.

– ¿Si señor?

– No será necesario que se reúna con la señorita Mallory después de salir de aquí– mi rostro se desencajo y mi mandíbula casi cae al piso por la sorpresa de esa frase.

Lo mire durante unos minutos en los que no dije nada, pero los engranajes en mi cabeza giraban haciéndome comprende, él lo supo, estuvo enterado del contrato, de Lauren y de todo lo demás, siempre lo supo solo quería probarme. Era obvio que lo tenía que saber, un hombre como él no llega hasta donde está sin saber cada pequeña cosa que pasa a su alrededor. Su sonrisa torcida confirmaba mi teoría, solo estaba poniéndome a prueba.

¡Maldito hijo de puta!

Asentí de modo ausente mientras volvía a emprender mi salida, para este entonces, nada triunfal.

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Salí de la empresa con solamente una cosa en claro. Edward Cullen es el hombre más enigmático que he conocido en mi vida. Nuestro encuentro fue raro y a decir verdad me dejo un sabor agridulce.

El día era bonito, lo suficientemente fresco para usar el abrigo sin que el calor ataque. Decidí caminar un poco, eso siempre me ayudaba a relajarme.

Me coloque el abrigo sin abotonarlo, después de varios metros alejada de la empresa, baje mis gafas de mi cabeza a mis ojos. Solo dos calles camine hasta llegar a la entrada de Central Park e ilegalmente me di un gusto que ni Tanya ni Rose permitirían pero aun así tenía toda la intención de comer mi banderilla con mostaza y relajarme viendo el lago como cuando vivía en Liverpool, solo que ahí comía pretzels.

Camine hasta encontrar una pequeña banca lo bastante cerca del lago como para apreciarlo mientras comía. Mi móvil comenzó a timbrar haciéndome salir de mi estado suspendido en el cual termine de comer sin recordar haberlo hecho.

Llamada entrante: Rose

– Hola Rose.

– Necesito saber cómo fue tu primer día ¿Conociste a algún hombre guapo?– si tan solo supiera– ¿Hiciste amigos? ¿Te trataron bien?–  hablo corrido sin darme tiempo a contestar ninguna pregunta. Reí ante su actitud de mama emocionada por su pequeña, creo que ni siquiera mi propia madre se emocionó tanto cuando le comente de mi trabajo.

– Respira Rose ¡cielos! estas más emocionada tu por mi trabajo que yo– exclame con burla escuchando un bufido de su parte– Está bien. Sí, me fue bien. Si conocí a varios hombres guapos pero ninguno me intereso y estoy segura que yo a ellos tampoco– un “ajam” sarcástico fue lo que obtuve a mis palabras– No estoy en kindergarten para que me preguntes si hice amigos en mi primer día y a tu última pregunta, si me trataron bien, al menos la mayoría– recargue mi cuerpo en la banca dejando salir un suspiro al recordar a Kate. Esa mujer me daría problemas, estaba segura.

– ¿La mayoría? ¿Qué quieres decir con eso?– ¡oh, oh! mamá Rose al rescate. ¡Maldición! no debí decir eso, Rose se pone histérica si alguien nos trata mal– ¿Quién demonios se atrevió a tratarte mal?

– No me trato mal en sí, simplemente me ignoro y cuando me veía parecía querer matarme– confesé sabiendo que no podía ocultárselo.

¡La odio!... ¿Quién es?

– Es Kate Miller, la encargada de relaciones publicas.

¡Esa perra!

– ¿La conoces?

No. Pero estoy segura que es una perra– una alegre carcajada salió de mis labios ante su actitud poco parcial– En fin, quería recordarte la cena de hoy, Emmett y yo llegaremos al restaurant un poco tarde.

– ¿Y Tanya?– comencé a la salida de Central Park.

Ella llamo hace 20 minutos y dijo que estaría a la hora– tire el pequeño plato donde anteriormente aloje mi banderilla a un contenedor mientras caminaba– Así que no llegues tarde.

– Está bien, nos vemos–  corte la llamada mientras me acercaba a la acera, levante la mano y detuve un taxi.

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Salí del departamento veinte minutos antes de las ocho para tomar un taxi. Debía admitir que esta vez me esmere en mi atuendo, no es que me gustara mucho la producción de apariencia pero no quería tener la misma discusión de siempre con mis amigas.

El bonito pero sencillo vestido verde con estampados amarillos y pequeñas manchas azules no era algo que yo utilizara usualmente pero debí adivinar que cuando llegara a mi departamento ya habría ropa en el. A simple vista no me gustaba, pero una vez que me vestí con el me encanto. Sin mangas, el vestido se amoldaba a mis pechos dejando al descubierto mi cuello, brazos y clavícula, el escote era en forma de corazón, y la falda del vestido era circular y llegaba hasta mis rodillas y combinado con unos stilettos negros era simplemente perfecto.

Mi cabello suelto llegaba a mi cintura y peine m risos dándole más forma haciendo que se viera como de revista. Maquille un poco mi rostro, solo lo suficiente y muy ligeramente dejándolo muy natura. Me mire por última vez al espejo y sonreí satisfecha y orgullosa de mi misma

Camine unos metros alejada de la entrada del edificio esperando algún taxi mientras colocaba el móvil en el bolso nuevamente. Levante la mano cuando un taxi entro en la calle y se detuvo frente a mí.

Me coloque mi abrigo blanco anudándolo a la cintura, mis guantes, colgué el bolso de mi hombro y subí en el auto.

–  A Torre Trump por favor– el hombre asintió y arranco el auto.

Diecinueve dólares ¡Joder! ni que fuera un puto BMW simplemente fueron 4 malditas calles las que anduvo el taxi hasta el restaurant. ¡diecinueve malditos dólares! Eso fue lo que cobro ¡Jodidos taxistas! Ya no respetan. Esta crisis económica iba a acabar con todos.

Entre a MEGU dejando mi abrigo y guantes en la entrada.

– Buenas noches señorita ¿Tiene reservación? – pregunto la mujer de recepción.

– Sí. Mesa para 4 en el salón Mezzanine– bajo la vista al gigante libro– a nombre de “soy genial”– susurre lo último con reticencia y las mejillas sonrojadas “Maldita sea Emmett. Te matare”. La sonrisa de la mujer me dejo claro sus pensamientos ante tal estupidez de mi hermano.

– Buenas noches señorita. Mi nombre es Koichi Yokoyama, si tiene la amabilidad de seguirme le mostrare su mesa– dijo el hombre japonés con una educada sonrisa. Este me condujo por un gran pasillo pequeño con escaleras, debo decir que nunca fui fan de ellas y menos cuando uso zapatos altos. Pensé que mi tortura terminaría cuando la escalera llego a su fin pero estaba equivocada, saliendo de ella había un salón demasiado grande muy elegante y con muchas mesas dispersas, en medio del cual había una barra formando un cuadrado y dentro estaban lo que me imagine eran el chef y los demás cocineros.

– Por aquí señorita– pidió amablemente el hombre que dijo ser el gerente y encargado del restaurant.

Llegamos a otras escaleras no tan altas como las primeras pero si lo suficiente, la segunda planta era más alucinante que la primera porque los candeleros gigantes colgaban desde el techo al lado de las mesas dándole un toque de ensueño. Para mi fortuna llegamos a un elevador recubierto de madera oscura y subimos dos pisos más.

El salón era hermoso, elegante y sencillo. Los manteles blancos de las mesas combinaban con los sofás en ellas. Llegamos a la última de las mesas, al lado de esta había una pared de espejo. Me senté en uno de los sillones individuales, supuse que Emmett y Rose preferirían el doble para ellos dos. Supongo que tener un hermano idiota con rango elevado en el ejército americano tiene sus beneficios después de todo.

Mire mi reflejo en la pared durante unos segundos y después me concentre en mi móvil. 8:10 p.m. por alguna razón, no me sorprendía, Tanya y Rose siempre llegaban tarde, Emmett odiaba la impuntualidad pero siendo prometido de mi amiga es imposible atrasarse. Levante mi vista al escuchar el carraspeo de alguien a mi lado.

– Buenas noches señorita– dijo la mesera, la cual supuse era japonesa también por sus facciones, tendiéndome la carta del menú con una sonrisa.

– Gracias, pero estoy esperando a unas personas– dije con una sonrisa, ella retiro la carta.

– ¿Gusta algo de tomar mientras espera?– sonrió educada.

– Un Apple Martini.

– En un momento se lo traigo.

Unos pocos minutos después volvió con mi martini, debo decir que nunca lo había visto preparado de esa forma. La rodaja de manzana flotando sobre la copa se me hizo un detalle bonito y muy digno de un lugar como este. Le agradecí con una sonrisa y se retiró enseguida.

Mire la copa por un par de minutos con la mente en blanco hasta que una presencia a mi lado me devolvió a la realidad. Tanya llego con una sonrisa de concurso sentándose a mi lado y besando mi mejilla como saludo.

– Hola cariño ¿Hace mucho que llegaste?

– En realidad no– sonreí.

– Bien– cruzo sus piernas una sobre la otra y su cuerpo giro hacia mí para conversar mejor y clavo sus grises ojos en mi– Rose me conto sobre la perra de Kate– una pequeña risa escapo de mis labios.

– Solamente me ignoro– dije mientras veía como su mano se estiraba hasta alcanzar mi Martini y beberlo dejándolo de su lado de la mesa– ¡Hey! ese era mi martini– refunfuñe como niña pequeña provocando una risa divertida de su parte.

– Lo siento pequeña– dijo con falsa disculpa dejándome claro con su mirada que no lo sentía para nada.

Conversamos durante unos minutos entre risas y bromas, contándole como fue mi primer día de trabajo y ella dándome consejos. Le conté sobre Jessica que fue muy amable conmigo y mi secretaria Ángela la cual era muy agradable, a lo que ella respondió que ya la habían ganado con solo portarse bien conmigo, y es que entre mi hermano y mis dos amigas se consideraban algo así como mis protectores. Siempre defendiéndome y cuidándome.

Después de una plática corta la mesera volvió a nuestra mesa con una copa igual a la que anteriormente había pedido, solo que esta era roja y tenía una pequeña cereza. Al principio pensé que era para mi amiga pero al ver que la dejaba a mi lado supe que era para mí.

Tanya era notablemente hermosa, su hermoso cabello rojizo cayendo lacio hasta los hombros, su piel blanca, facciones delicadas y cuerpo de modelo la hacían despampanante, así que no entendía porque alguien se fijaría si estaba ella a un lado mío. No es que sea fea, al contrario siempre supe que era bonita, pero nunca me llegare a comparar con Tanya y Rose.

– Yo no pedí eso– le aclare a la muchacha.

– Lo se señorita– me extendió un pequeño papel con algo escrito en el– Se la envía un caballero.

Me sorprendí y sonroje ante tal alago pero aun así decidí no aceptarla. Estaba dispuesta a devolverla y podría apostar que Tanya leyó mis intenciones porque aventuro a hablar antes que yo.

– Dígale que gracias– dijo mi amiga con una sonrisa deslumbrante tomando la nota. La camarera se dio la vuelta y camino por el lugar perdiéndose a la vista.

– ¿Por qué la aceptaste?– pregunte irritada y de verdad molesta.

– Porque tú no lo ibas a hacer– dijo como si fuera lo más obvio del planeta, y probablemente lo fuera.

– Y si lo sabes ¿Por qué aceptaste?– rodo los ojos ante mi terca actitud pero de verdad estaba molesta, no me gustaba aceptar nada de nadie y menos de “caballeros”.

– No seas melodramática y lee la nota– urgió entusiasmada como adolescente dándome el pequeño papel.

Eres más parecida al martini de cereza
Dulce y suave.
Disfrútalo.

E.

Mire la nota durante segundos y releí cuatro veces más la elegante y bien cuidada letra preguntándome ¿Quién demonios es “E”? ¿Dulce? ¿Suave? Este tipo ni siquiera me conoce, como sabe que soy dulce y suave.

Fruncí mi ceño aun con la vista en la nota, fruncí los labios y torcí mi boca durante un instante antes de relajar mi expresión. Levante mi vista y la sacudí a ambos lados con una pequeña sonrisa en los labios, tome la copa y di un pequeño sorbo, quien quiera que fuera ese “E” tenía razón en algo, lo disfrute, incluso era mejor que la copa que Tanya me robo.

Pase mi vista por el salón escaneando a las personas en el, no había muchos hombres cerca de nosotras y los que había en ningún momento me miraron. Volví a mirar la nota sin haberlo notado Emmett arrebato la nota de mis dedos ¿En qué jodido momento llego?

Entrecerré  los ojos dirigiéndole una mirada matadora al ver su sonrisa burlona.

– ¿”E”?– enarco una ceja mirándome con suspicacia mientras se sentaba con Rose a su lado– ¿Quién es “E”? – pregunto con esa extraña combinación de su acento británico con el americano.

– Hola hermanito, yo también te extrañe mucho sabes– dije sarcástica– como veras he crecido un poco desde la última vez que nos vimos hace tres semanas– crucé mis brazos sobre mi pecho y me hundí en la silla con actitud caprichosa.

– Sabes que yo también te extrañe enana– se levantó al de su asiento al tiempo que terminaba la frase y se acercó a mi lado tomando mi brazo y tirando de el, levantándome con rapidez y envolviéndome en sus brazos–  De verdad te extrañe pequeña– musito suspirando y después dejo un beso en el tope de mi cabeza.

– No vuelvas a irte tanto tiempo– trate de envolverlo en mis brazos pero su gran complexión no permitía mucho, mi cabeza llegaba a su pecho y la recargue escuchando los latidos de su corazón, trate de abrazarlo fuertemente pero era obvio que no con la misma fuerza que el– y si te vas me llevas a la base contigo– su pecho retumbo con la carcajada que dejo salir.

– Lo prometo– mire sus azules ojos tan parecidos a los de René, nuestra madre le heredo solamente los ojos y el espíritu aventurero y divertido, mientras que a mí me heredo todas las facciones de la cara dejando trabajar los genes de mi padre en mis ojos y mi cabello castaños.

Nos sentamos después de saludar a Rose y que Emmett abrazara a Tanya. La conversación comenzó a fluir y gran parte de ella se concentró en mi primer día de trabajo y en Kate, Rose dijo tener tácticas de tortura por si algún día pasa de simples miradas y Emmett la apoyo totalmente. Desde aquella época oscura, en la que solo mi hermano conocía la verdad, nunca ha dejado de cuidarme.

Ellos ordenaron otra ronda de bebidas pero yo preferí no hacerlo, nunca me gustó mucho el alcohol, desinhibe a las personas y las hace hacer o decir cosas que en un estado sobrio no haría, así que prefería evitarme problemas y correr riesgos innecesarios.

Tratamos de hacer que Emmett nos contara porque estuvo fuera del país por tres semanas pero como siempre, solo conseguimos evasivas y su memorable frase “secreto de estado”

Al cabo de un tiempo la camarera volvió a nuestra mesa pidiendo nuestra orden.

– Yo quiero un Edomae Style Sushi “Sakura”–  ordeno Rose

– Yo también pediré lo mismo– dijo Emmett y después le giño un ojo a la camarera provocando que esta se sonrojara. Rose frunció el ceño al darse cuenta de lo que hacia mi hermano, sin pensárselo mucho le propino un codazo a su costado y probablemente demasiado fuerte ya que mi hermano tuvo que sacar el aire por el golpe.

– Yo…– intervino Tanya con una sonrisa desviando la atención hacia ella– Salmon y Avocado, Cucumber “Maki” – pidió al fin con algo de resignación.

Mire el menú una vez más tratando de decidirme. Levante la vista a Emmett y le sonreí con inocencia, el frunció el ceño y apretó los labios tratando de averiguar que pasaba por mi mente en este momento. Volví a prestarle atención a la mesera y le di mi orden.

Yuba Wrapped Sashimi Salad– sonreí y la chica asintió tomando los menús y dando media vuelta.

El silencio se apodero de la mesa solo por un segundo antes de que Emmett se burlara de lo rubia que Rose era ganándose una mirada que prometía represalias y provocando así la risa de todos.

La conversación fluyo como naturalmente lo hacía cuando nos reuníamos. Nos sirvieron vino mientras esperábamos la comida optando yo por el blanco y los demás por el tinto. Los temas variaron desde trabajo hasta la ecología mundial, pasamos de las películas a las citas y terminamos en las materias más odiadas de la secundaria y fue una verdadera sorpresa descubrir que Tanya habiendo estudiado empresariales odiara las matemáticas.

Extrañaba estar todos juntos, de verdad lo extrañaba. La comida llego y nunca había probado un sushi tan delicioso, pero al ver el de Emmett lleve a cabo mi plan, comencé a tomar porciones de su plato como hacia cuando era pequeña mientras sonreía con inocencia. Emmett se indignó como lo hacía siempre, pero yo lo conocía y sabía que con mis ojitos sufridos no podía negarme nada.

Lo bueno de salir con ellos era esto, por un momento, solo uno, que podía durar minutos u horas, era libre, no existía nada más ni nadie más que nosotros y lo que criticáramos. Era libre del pasado, de los fantasmas y los demonios en el armario esperando por salir. No pensaba en ellos y no tenía que preocuparme de si estaban ahí, llegando casi, casi a olvidarlos.

El postre fue lo mejor de todo, cada uno pidió un postre diferente. Pero como era inevitable, terminamos comiendo cada uno del plato del otro entre risas y peleas infantiles por la propiedad del pastel.

– Emmett tengo una duda– dijo Tanya después de un pequeño silencio– ¿Cómo demonios conseguiste una reservación en MEGU?– clave la vista en mi hermano porque a mí también me interesaba su respuesta, tenía curiosidad, no todos los días tu hermano te dice que tiene reservación en el mejor y más caro restaurante japonés en todo el país.

– Veras mi pequeña Tanya– toco el nudo de su corbata y lo estiro un poco tratando de parecer un hombre de negocios importante– Esto– señalo el lugar– es lo que pasa cuando eres importante.

El silencio se hizo en la mesa y ninguna de nosotras se atrevió a decir nada. Nos miramos unas a las otras y al cabo de varios segundos más estallamos en carcajadas.

–  Bueno señor importante tengo que ir al tocador– dijo Rose dejando un pequeño beso sobre sus labios– Acompáñame Tanya– la mirada de Rose no daba derecho a réplica y estaba segura de que sus planes eran dejarnos tener un momento a solas entre hermanos.

Emmett puso los codos sobre la mesa y entrelazo sus manos dejándolas bajo su barbilla. Yo ya había visto esta acción en alguien más, he inevitablemente me lo recordó.

Recordar las manos tocando el labio, los verdes ojos felinos analizándolo todo, la actitud “soy el rey de mundo” y la sonrisa torcida marca “castígame” inevitablemente acelero mi pulso y mi respiración se aceleró. Mi cuerpo no pudo evitar la sacudida interna al imaginarlo nuevamente, mis mejillas se sonrojaron tenuemente, la mirada de mi hermano cambio a una de curiosidad a mis reacciones. Pero al parecer decidió pasar por alto mi momento ya que volvió a tomar la nota del martini en sus manos.

– ¿Quién es “E” Bella?

– No lo sé– dije firme– La mesera nos entregó la nota y Tanya la acepto.

– Bella…– su susurro contenía un trasfondo que no supe identificar pero de pronto me puso alerta. El diría algo que yo no querría escuchar– No crees que ya… tal vez deberías conocer hombres– mascullo la última palabra como si le doliera físicamente decirla. Lo entendía, yo era su hermanita pequeña pero tanta soledad de mi parte le estaba preocupando, tanto que estaba dispuesto a aceptar algún hombre en mi vida sin oponerse. Me quede en silencio, porque de verdad esto no me gustaba. Estiro su mano sobre la mesa y tomo la mí entrelazando nuestros dedos– No está bien lo que haces Bella.

– No sé a qué te refieres– me hice la desentendida. No quería hablarlo y él lo sabía, así como yo sabía que no se detendría. Apretó mis dedos entre los suyos llamando mi atención.

– Si lo sabes– puso de pie su corpulento cuerpo rodeando la mesa y se sentó donde anteriormente había estado Tanya– Estas muy sola Bella y eso…

– Soy feliz sola.

– No. No lo eres– desvié la mirada ante su observación. No, no era feliz y los dos la sabíamos, pero estaba bien y no arriesgaría la seguridad y estabilidad que me ha costado años conseguir– ¿No quieres ser feliz?

Mis ojos se llenaron de lágrimas que no derrame pero aun así no lo mire. Me negaba a doblegarme. Se inclinó hacia mí tomando mi barbilla encarándome nuevamente.

– Sé que asusta en especial a ti, pero no puedes vivir toda la vida condicionada por tu pasado, no puedes Bella.

– Si puedo– susurre.

– Te está haciendo mal– negó despacio– Estas sola y no eres feliz. Yo quiero que seas feliz, que rías de verdad, que esa pequeña sombra de tristeza que constantemente está en tus ojos desaparezca de una vez por todas. Quiero que alguien cuide de ti pequeña– culmino con ternura.

– Ya no quieres cuidarme– sabía que estaba equivocada y que lo que acababa de decir era pura mierda pero también sabía que la mejor defensa es el ataque y me sentía atacada, no por Emmett pero si por los recuerdos. Sus ojos se abrieron sorprendidos pero momentos después pasaron al enfado. Se separó bruscamente de mí y se sentó con la espalda recta.

– Sabes que eso no es cierto– espeto indignado– Yo daría mi vida por ti.

– Entonces olvidemos el asunto. No quiero a nadie a mi lado y estoy bien de esa manera.

– Porque eres cobarde, por eso estas bien así– me sorprendí ante la brusquedad de sus palabras, ya no era el hermano dulce y tierno hablando con su hermana, ahora era el coronel hablando con un soldado intransigente.

– No es justo lo que dices– susurre al borde del llanto, sabía que no lloraría pero no me gustaba la sensación de desesperación e insatisfacción que llevaba el no poder hacerlo en estas situaciones. Yo no lloraba frente a los demás.

– Pero es la verdad– se levantó arrastrando con fuerza la silla e internamente yo agradecí el hecho de que fuéramos los únicos que había en el salón en ese momento– Eres cobarde, tienes miedo de lo que pueda pasarte y por eso no te arriesgas. Entiéndelo Bella, él no está aquí, no volverá a acercarse a ti, no lo permitiré.

– Tampoco lo hubieras permitido hace 5 años pero aun así paso– sabía que era un golpe bajo, y me arrepentí al ver su mueca de tristeza y culpa.

– Sé que debí cuidarte– suspiro derrotado– y no sabes cómo me arrepiento de no haber estado en ese tiempo pero ahora es diferente, estoy aquí para cuidarte hermana, nunca dejare que nada malo te pase– tomo mis manos de mi regazo y las apretó como resaltando su punto.

– Emmett entiende que no quiero ¡no quiero a nadie a mi lado!– tire bruscamente de mis manos alejándome de el– No sabes lo que es dormir cada noche y revivirlo en sueños, las palabras, los planes y la locura de ese tiempo– trague el pesado nudo de mi garganta– Era una niña Emmett ¡una jodida niña de diesisiete años! no tienes idea del terror que sentí al pensar que nunca más volvería a verlos, no sabes lo que es recordar su cara en mis pesadillas atormentándome, susurrando que nunca podría escapar… no lo sabes – susurre la última parte con voz entrecortada.

Un jadeo sonoro se escuchó a mis espaldas y sabía lo que venía. Mire a Emmett que estaba congelado con la vista clavada detrás de mí. No me volví porque sabía quiénes eran y sabía lo que querían, querían información y yo no quería que lo supieran, yo no quería que nadie lo supiera.

– Bella…– fue el susurro de Rose todo lo que escuche antes de perder la poca estabilidad que quedaba. Tome mi bolso y mi abrigo con fuerza de la mesa y camine lo más rápido que mis zapatos de doce centímetros me lo permitieron. Escuche sus voces llamándome y los pasos fuertes de Emmett persiguiéndome pero no me importo. Entre al elevador y presione el botón que me llevara abajo. Al llegar a la planta baja trate de aparentar tranquilidad pero la tormenta creciente en mi interior me lo estaba dificultando.

Salí del lugar y lo primero que hice fue respirar, inhale profundamente el aire helado que corría hasta que me dolieron los pulmones y mi nariz pico de ardor. Después de unos momentos que sirvieron lo suficiente para tranquilizarme gire hacia la derecha y comencé a caminar. Esperando que algún taxi pasara pronto. No camine mucho cuando comencé a escuchar pasos detrás de mí, no me detuve ni me gire, el miedo me invadió y quise correr. Estaba preparando alguna estrategia de escape cuando una voz, esa voz me detuvo congelándome en mi lugar.

– Señorita Swan– dos palabras inocente que para mí sonaron a orden, mi cuerpo giro en automático hacia él y ahí estaban esos pozos verdes que todo el día estuvieron en mi mente con una expresión indescifrable, era como una máscara de hierro sobre su cara prohibiendo a cualquiera ver más allá del exterior.

– Señor Cullen– tartamudee patéticamente.

– Piensa irse sola– fruncí el ceño a su tono de advertencia.

– Sí.

– Se está poniendo en un peligro innecesario– no lo pregunto, simplemente remarco lo obvio y de pronto me sentí culpable ¿Por qué me siento culpable?

– Lo siento– mi susurro fue casi inaudible pero el cambio en sus facciones y el brillo de satisfacción en sus ojos me indicaron que él lo escucho. Me sentía estúpida, yo no tenía que disculparme, él no era nada mío.

– No se preocupe– asintió acercándose unos pasos más a mí– La llevare a su casa– estiro la mano hacia la calle y en ese momento un auto negro demasiado hermoso se detuvo a nuestro lado. Lo mire con incredulidad, luchando por responder de manera impertinente y grosera, algo en mi interior me lo prohibía pero yo de verdad quería decirle que no era su maldito problema.

La puerta del conductor se abrió y de ella salió un hombre alto y casi igual de musculoso que Emmett, de piel cobriza y cabello negro, tenía un aspecto peligroso, algo así como mafioso de película pero cuando sus ojos se posaron por un segundo en mí solo vi amabilidad y una inclinación a modo de saludo.

– Suba– ordeno y mi cuerpo como esclavo a sus órdenes obedeció provocando una sonrisa satisfecha en sus labios que por algún motivo me hizo sentir nerviosa.

Tenía la impresión de que acababa de entrar a la boca del lobo.